28 de agosto de 2009

La juventud como vanguardia

La Guardia Imperial


Que el título de la nota sea La eterna discusión sobre lo nuevo resulta bastante adecuado ya que la discusión acerca de esta presunta novedad, creo, nos tiene un poco cansados a todos.
Buscar un valor literario en el concepto de novedad es algo que se viene haciendo desde que la literatura se autonomizó, la diferencia es que antes, la novedad era la vanguardia y ahora viene determinada por una fecha en el D.N.I.
Con la superación de las vanguardias históricas, la búsqueda de “novedad” en literatura la desplazamos al concepto de juventud. En algún momento quizás la jugada tuvo sentido porque había una punta de lanza generacional que estaba buscando hacerse un espacio en un mercado destruido por la megacrisis de lectura que sufrimos desde que la conjunción del desbaratamiento del aparato educativo, la insolvencia económica de la producción nacional, las tecnologías de entretenimiento más fácil y menos costoso (TV por cable, internet, banda ancha, Youtube, etc.) dejaron a la Literatura al dudoso privilegio de lectura de colectivos, baños o de viejos.
Para peor (para los escritores inéditos, claro) si cuando uno envejece se va haciendo más conservador, eso mismo es aplicable a las lecturas que elije. Atiendo todos los días en la Biblioteca en la que trabajo a gente que sobrepasaron los 50 años por varias décadas y lo que quieren leer siempre son novelas pasatistas de escritores probados y manufacturados para este género. A lo que voy, muy a pesar de MI gusto por el trash literario, es a que difícilmente un libro de un escritor nuevo en el mercado tenga posibilidades con la masa crítica de lectores que todavía queda. Por supuesto que esta masa crítica no es la que pulula por los pasillos de Puan o Marcelo T. sino que son los viejos o gente que superó la mitad de su vida, que tienen la lectura incorporada como costumbre y no encuentran fascinación en pasar horas viendo videos o leyendo Cracked.com como posesos durante toda la noche. A esa gente (pongamos el caso de mi viejo por ejemplo, que me pide constante asesoramiento literario) les llega más un libro de Sandor Marai o Henning Mankell antes que la millonésima antología de “Literatura Joven Argentina”.
Partiendo de esa base de reconocimiento de que la literatura joven argentina es insolvente (menos claro, para el reducidísimo círculo de snobs que la consumimos y los españoles fascinados con el redescubrimiento del nuevo mundo, buscando el placer onanista de una literatura que adquirió relevancia por el derrumbe social de 2001, como si en esta tierra yerma no hubiera espacio ya para la civilización. Ese pensamiento tan Martinezestradiano que circula por la superficialidad del común de la gente de Europa (durante la crisis de 2001 estaba de mochilero en Europa y en una librería de Viena (porque claro, de viaje por Europa lo que me interesaba sobre todo era localizar y registrar toda librería posible, igual que acá o en cualquier otro lado del mundo) la vendedora preguntó de dónde éramos (viajamos con el Bolchevique Superstar) y cuando le dijimos Argentina no fue su respuesta: “Ah Maradona” sino “Ah, ¿Y cómo es que están acá si su país está como está?”) encuentra en esta literatura, quizás el mismo último baluarte de dignidad que tenemos, como el prestigio que tenemos de saber buen inglés y ser baratos para las compañías multinacionales de telemarketing) me pregunto dónde podríamos buscar la inserción que buscan tantos escritores.
La nota de Aguirre dice que las narrativas de los “escritores jovenes” que puede leerse en las antologías conforman un conglomerado bien heterodoxo. Disiento: si hay algo que puede leerse es una uniformidad aplastante que alisa los textos hasta convertirlos en capítulos de una novela esquizofrénica.
Es dato conocido que la mayor parte de quienes integran la mayoría de las antologías que se instrumentaron como red de pescador en un mar revuelto de gente con intenciones o no de convertirse en escritores profesionales (tiraron la red en el mar a ver si pescaban algún pez) provienen de las redes propias de amistad que se formaron en un taller literario con la impronta estatal de provenir en última instancia, del aparato productivo del Centro Cultural Ricardo Rojas (sueño cultural del radicalismo post-1983 y como me dijo el otro día un tipo: “En mi partido tenemos un dicho: “Calma, radicales”).
Entonces lo que quedó, en gran parte, es una escritura uniformizada por la mirada rectora de un coordinador con sus propias convicciones literarias (que podrían pensarse en alguna instancia, conservadoras del statu quo).
No me quejo, me parece una estrategia lógica en última instancia: con el “encargo” de armar una antología y ante el páramo vacío, el antologador recurrió a la materia prima que conocía.
El Taller Literario que ya tenía sus propias antologías editadas anualmente por la librería Clásica y Moderna se volvió Mainstream: una editorial grande, con el respaldo de un buen diseñador gráfico para las tapas, temáticas definidas para darle una coherencia aún más uniformizadora y la esperanza del antologador (que me confesó en una entrevista que le hice para la Revista Guapo) de que esos cuentitos publicados en la editorial grande sirvieran de puerta de entrada para esos escritores a la publicación de su obra inédita en esa misma editorial. Algo que no sucedió a excepción de algunos casos aislados de escritores que iban a llegar, seguramente, a esa instancia por otro lado.
Entonces, superando estos obstáculos, nos encontramos con un mercado que insiste con la intención de colocar nuevos productos para seguir ampliando la oferta, pero al mismo tiempo con la obturación de los canales de venta: ¿A qué público masivo le van a vender una novela de uno de los escritores antologados?
La salida que muchos encontraron para buscar esa masividad perdida fue la incursión en performances literario-neohippies, lo que podrá haber aceitado los lazos de amistad pero poco habrá hecho por la literatura. La forma de leer que tenemos asimilada es en voz baja, por lo menos desde hace unos cuantos siglos y las perfomances suelen caracterizarse por el embotamiento y aburrimiento que producen en su público, algo que no se dice sino por lo bajo precisamente. Ni que hablar que esas perfomances tampoco llevaron a la creación de públicos masivos ni trajeron aceite fresco a los engranajes crujientes.
Lo único con lo que se insiste es con la Vanguardia de la Juventud (en ese sentido el título de la antología de Tomas se quedaba en el límite: Joven Guardia, porque sabía que de Vanguardia nada) ya no como un movimiento estético (aunque es posible ver la uniformidad de la narrativa) sino como concepto de construcción de un producto de mercado (lo que me parece perfecto: baruch hashem, el modernismo ya está superado).
El movimiento implica una despolitización de la Vanguardia. Le quita lo revolucionario, lo que va para adelante, y le deja la “guardia”, lo conservador, lo que defiende lo ya hecho. La nueva literatura argentina se plantea como una lucha de trincheras: no dejar que el enemigo pase, no dejar que las traducciones de Anagrama de Ian McEwan y Martin Amis nos ganen los lectores de clase media argentina. Bueno, ya lo hicieron. Ya nos ganaron. No hay forma de defender una posición perdida. La lucha para tener alguna posibilidad de éxito debería ir para adelante y politizarse. Volver a recuperar lo único recuperable de la vanguardia: la consistencia política, la intervención.
Con las perfomances puestas como mera exhibición narcisista se recupera el chismerío barato porque juega esa lógica: la de acaparar una posición como carne en muestra. La literatura se vedettiza y cualquier estupidez sugiere una pelea mediática. La literatura argentina actual se está convirtiendo, justamente, en el reino de “los mediáticos”, los Jacobo Winograd y los que en cualquier momento se van a poner a cantar El beso seco en su próxima performance.
Esta juventud que acapara la literatura lleva la impronta del posmodernismo más berreta en el rostro: es la literatura del histeriqueo y la falta de convicciones. Una muestra triste del arrasamiento de la literatura. Precisamente, ¿Cómo pedir que se produzca literatura cuando no es la literatura la mayor pasión de una generación como la mía y la que está un poquito más allá, creció viendo el Big Channel o el Magic? La literatura fue reemplazada por un entretimiento más efectivo y eso también se nota en la abulia de una escritura que no suele procesar las referencias clave de una vida pop en provecho de un compromiso político sino como manifestación subsidiaria, apéndice, de las políticas neoliberales y la globalización sobre la propia subjetividad.
En tanto, “literatura joven” es la forma económica y descomprometida de seguir hurgando en el mar revuelto para ver si se encuentra un escritor en serio (algunos hay y lo demuestran con trabajo y constancia). Mientras tanto, el reino de las ventas de ejemplares seguirá siendo de las traducciones berretas de Anagrama y la renovación en la literatura argentina deberá seguir esperando porque joven no es sinónimo ni garantía de nuevo.

11 comentarios:

Rodrigo Baraglia Di Fulvio dijo...

Será cuestion de que hagan adaptaciones televisivas de los cuentos. Por lo que leí, no hace falta mucho esfuerzo para llevarlo a cabo.

tanto amor empalaga dijo...

Dro, lo que se está por hacer es la adaptación al cine de algunos cuentos de la antología En Celo. (en formato de cortos).
y a ud. Rufián, le contesto por mail.
Gracias por recomendar a Lissardi!

Hernan dijo...

es que ni siquiera existe una literatura a renovar

ajsoifer dijo...

Estás diciendo que no existe la literatura argentina?

Rodrigo Baraglia Di Fulvio dijo...

Hernán, demasiada sabiduría la tuya aflojá que nos vamos a herniar.

S.F. dijo...

Desde mi más profunda ignorancia arrimo a que:

1) Si no existe *algo que renovar* es que no se encuentra qué conservar. No se puede renovar de lo que no se conserva.

2) Si ya estamos en crisis de creatividad en el plano de la literatura, que el es primer plano donde se cristalizan los movimientos intelectuales y estilísticos en boga. ¿Qué esperar del segundo plano, tal vez más tangible al "ojo medio" como es el diseño en gral. y la comunicación visual?

¿Qué pasa con la picardía que la vanguaria toma como vector de acción? O la especulación de las editoriales es tan gruesa para mantener una seguridad de venta y satisfacción de literatura "gastada" a un público de lectores gastados, o realmente hay un quilombo creativo entre los nuevos caballeros de la vanguardia.
Creo que me inclino más a la primera suposición, que al menos es más cercana a mi campo de entendimiento.
Me suena lógico que no haya nada que renovar en un estado donde se aplacan las pasiones y los compromisos -reales- hacia cualquier tipo de proyecto (léase en clave "líquida" en palabras de Z. Bauman)

Rodrigo Baraglia Di Fulvio dijo...

Igual, en serio: estaban tan buenas las vanguardias?
Lo que sale en las antologias de tomas y cia es aburrido, pero tambien la nostalgia por las "vanguardias historicas".
Además, por qué se asocia "vanguardia" con "renovación". En un campo de batalla, lo unico nuevo que produce la vanguardia son cadáveres jóvenes.

Jay dijo...

¿? llego el comment q hice anoche?

Ezequiel M. dijo...

Uf, qué intervención, Rufián.

Primero, por algo les decimos vanguardias "históricas". Claramente hay que dejar de currar (y de leer a Bourdieu que ve vanguardia en todos lados).

Segundo, no estoy tan seguro que sean todos iguales. Creo son bastante diferentes y que en ese sentido es estúpido hablar de generación. Pero claro, concedo: son todos igual de aburridos(con algunas preferencias muy personales que me reservo).

Como dice el filósofo argentino, hay que dejar de currar.
No sé si es cuestión de consistencia política, pero sí demasiada energía puesta nada más que en el autobombo. Y así también quedan tapadisimas cosas muy buenas (chequeen Musulmanes, el último libro de Dorr)

Jay dijo...

Parece q se viene la versón cinematográfica de los cuentos de EN CELO. Bafici '10. Quizas la joven guardia del cine le saque algún provecho a las historias (aclaro que no las leí). No se que internas hay en la literatura, pero que nuevos directores de mi generación tengan la oportunidad de filmar (que no es nada facil) no me parece nada mal. Ahi ellos, que sepan ser fieles a sus ideas y no filmar por filmar. De ultima, el q sabe seguirá filmando, el resto quedará en la historia solo como parte de este Largometraje en partes adaptado de la controvertida Joven Guardia literaria.
Habia hecho otro coment que no llegó asi que intento cerrar con alguna idea que me quedó: Rufián, ¿estas pidiendo una revolución POP? Nosotros crecimos viendo el chavo del 8, un grupo de adultos vestidos de niños, hablando en mejicano. La proxima generación ya se comunica a travez de fotologs (mas allá de la exageración televisiva de los floggers) ¡como podemos pensar que van a ver de nosotros si todavia no dejamos nada! Somos jovenes, aprovechemos que todavia tenemos tiempo para hacer OBRA... Pensemos en el presente no en el futuro.

Rodrigo Baraglia Di Fulvio dijo...

Creo que dan más para la TV las antologías de Grillo Trubba. Media temorada afanás seguro.