27 de abril de 2007

Popular


Había una serie que pasaban por Sony (cuando miraba Sony) que se llamaba Popular y que fue una de las pocas series de TV que seguí asiduamente.
Como casi todas las series que alguna vez seguí, fue cancelada luego de unas pocas temporadas (dos para ser más exactos).

No sé si la serie era demasiado brillante (si bien tenía un sentido del humor un poco cáustico que la hacía destacarse de otros productos del mismo tipo) pero era entretenida, tenía a Carly Pope como protagonista y era una perfecta excusa para encerrarme a ver televisión.

La segunda temporada la pifió desde el comienzo con una especie de ruptura de los propios códigos internos de la serie. Hacer revivir a un personaje que había sido devorado por el gato e incinerado no sonaba a algo que podría ser admitido, ni siquiera en una serie que planteaba un baño de mujeres de una escuela pública yanqui como si fuese una especie de versión reducida del Palacio de Versalles.
Hubiese sido posible superar el estupor de este "Salto del tiburón" de no haber sido por el horrible corte de pelo que le hicieron al personaje de Carly, Sam McPherson.
Como pasó con Felicity que cuando se cortó el pelo disminuyó el rating, tengo la teoría de que debe haber influído ese cambio de look en la prematura cancelación de la serie.

Obviamente influyó también que las tensiones que se habían desarrollado en la primer temporada se aflojaron, perdiendo toda tensión precisamente, y no se generaran nuevas intrigas interesantes, lo que llevó a la pronta ruina del programa.

Me acordaba de esta serie y pensaba entonces en las series que seguí asiduamente y cuánto duraron.
Millenium, el hermanito oscuro de los X-Files duró tan solo 3 temporadas y daba para mucho más.
Boston Public duró hasta la mitad de su cuarta temporada (y me pregunto qué clase de perversión tengo que me encantan ver series yanquis sobre High Schools) y fue cancelada cuando era evidente que ya no daba para más.
Spin City murió casi en el momento en que Michael J. Fox se retiró de su rol protagónico debido a su mal de Parkinson.
Seinfeld empecé a verlo cuando ya había terminado.
Nip/Tuck sigue en pie (por ahora) y sospecho que pude deberse a que dejé de verla cuando mi VHS se rompió impidiéndome programarlo para grabar el programa. Temo llevarla a arreglar y a la vuelta enterarme que la cancelaron.

No creo que todas las series que mueran estén mal muertas. Algunas me dan un poquito de pena, algunas creo que podrían haber seguido innovando o planteando diversas situaciones (en especial Millenium que tuvo un final muy abrupto y daba para muchísimo más, más que los X-Files incluso).

Lo que me interesa es pensar en esta cuestión que suele sucederme: llegar tarde o apostar al caballo perdedor.
Una vez, alguien que no recuerdo me dijo que lo que le dolía de su vida era llegar siempre tarde. Llegar cuando las cosas ya habían sucedido, cuando ya había pasado la posibilidad. Perder el tren. Siempre.

Cuando era niño pasé mis días en una especie de líquido amniótico de realidad suspendida.
Digamos que la lectura compulsiva, los excesivos cuidados maternos, mi propia PC, mis videojuegos y mis amiguitos freak-o ayudaron a resguardarme de toda popularidad.

Las historias de solitarios y gente perturbada entonces, me gustan. Por un proceso de empatía, de identificación, un reflejo de lo que soy o me gustaría ser o me hubiese gustado no ser.
Frank Black, George Costanza, el protagonista de El traductor de Benesdra (a quién recordé hace poco por un post de Charly) algún personaje de las novelas de Mariana Enríquez, Sam McPherson (en versión masculina, claro) son momentos de escape de la realidad y de consciencia de saberme un poco reflejado en alguien. Por más que sepa que es una ficción.

Hace un tiempo le escribí a Mariano, y creo que se me fue la mano con la verborragia, que sentía algo raro con esto del Blog.
Le contaba que de pendejo tuve mi fanzine, todo adolescente e idealista y romántico. Y luego tuve mi foro, y ahora tengo mi blog.
Algunos me leen. Muchos dirán que soy un pelotudo, a alguno le gusta o le interesa lo que digo.

También le comentaba en ese e-mail la ambigüedad de saber que uno escribe para uno pero que al mismo tiempo, al hacerlo público, se expone a la mirada de una cantidad potencialmente inmensa de lectores.
Uno escribe algo y piensa: "Seguro que esto genera mucha respuesta". Uno se enorgullece de algo que escribe o piensa y sin embargo después, por lo general, la respuesta esperada no llega.
Pasa lo contrario con cosas que uno pensaba que no iban a generar respuesta y después estallan en debates y discusiones.

También es cierto que a muchos de nosotros nos gustaría ser descubiertos por el editor de Just Lola (no la linkeo porque me parece horrible su blog) y que nos venga con un contrato en la mano para que a simple firma pasemos a integrar el sueño americano de la novela propia, el ensayo propio, el libro propio...

Y no somos Populares. Si tenemos que elegir quién nos representa mejor entre Sam y Brooke (en la primer temporada de Popular) somos Sam. La morocha perdedora con nombre de hombre.

Pero de a poco, sin embargo, nos vamos colando en diversos espacios.
Ganamos enemigos virtuales, ganamos menciones en blogs y revistas, ganamos críticas furibundas, ganamos que alguien, alguna vez nos diga en persona: "Ahhh, vos sos el de ese blog? Yo lo sigo... está bueno che."

Y después está eso de cruzarte con Link en el pasillo y mirarlo a los ojos y decir: "Este tipo no tiene la menor idea de que yo soy el que lee su blog todos los días y ocasionalmente comento sus posts. ¿Habrá leído alguna vez algún post mío? ¿Le pareceré interesante?"

Pero después está el otro tema. El tema de la seriedad con la que uno se toma esto. La seriedad con la que uno se toma su vida, su profesión.
Al menos hablo por mí.
Que se yo... no puedo dejar de pensar en términos de juego.
Y en términos de disrrupción también.
Pequeñas tonterías, pequeñas plagas que uno va sembrando o estimulando.
Si veo que alguien se refiere a Puán como La Puanera no puedo dejar de pensar que es divertido y que implica un tomarse en joda un discurso que pretende ser serio.
Si leo fuckultad, lo mismo.
El día que vea que alguien más que yo se define como letroso voy a sentir que conquisté otro espacio formal de la lengua.
Son tonterías. Pero en el movimiento que implica tomarse más en joda todo y en especial lo que hacemos, siento un inmenso placer.
Supongo que este no es un buen camino para ser Popular. No entre cierta gente quizás. Pero algunas de las pequeñas pestes en forma de neologismos disrruptivos que voy sembrando se expanden y entonces tenemos un desafío al sistema. Al menos al sistema lingüístico si quieren. Yo diría que es un desafío a la pretendida seriedad.
La risa es lo más distorsivo y la parodia es una arma letal.
Eso me gusta.

Desde los 15 años me fascina el nihilismo.
Una vez una persona muy pequeña e insignificante me dijo que en la Puanera (en realidad dijo Puán) había dos tipos de individuos: Los Psico-Bolches y los Nihilistas-Foucaltianos.
Estábamos, evidentemente, en bandos diferenciados. Quizás esa sea la respuesta que tanto tiempo busqué en vano.

Entonces si: destrucción. No proponer nada. Sólo regodearse en ver como todo decae.
Supongo que no es la opción más Popular. Pero nunca fui un chico popular.

Por último tenemos esa idea que me fascina desde que la escuché por primera vez: "los baños de multitud"
Pienso en mis experiencias y recuerdo alguna vez que salí de la cancha de Racing con mi viejo y mi bro, caminando los tres en medio de una tumultuosa masa que se desplazaba como una especie de sopa condensada.
Hay algo en eso que no deja de fascinarme y asombrarme.
Es una sensación inexplicable. Pero se siente muy rica. Y pienso si a eso se refería Baudealaire cuando pensé su concepto.
Como quisiéramos ser Baudealaire. Pero con suerte llegemos a ser los Sallieris de algún Mozart.

Probablemente nunca sea tan Popular como Brooke McQueen. Tampoco creo que vaya a lograr esa coolitud de Sam McPherson.
Me voy a tener que conformar con vivir mis cinco segundos de famita blogger. Dicen que dura lo que dura dura. Después me iré a dormir.

23 de abril de 2007

Vamos por más: Nueva literatura argentina / Narradores del siglo XXI


El jueves pasado fue la primera, ahora se viene la segunda y la idea es que se convierta en un ciclo.

Alguien puede decir que hay algo de cholulismo en ir a ver, escuchar y hablar con un escritor.
Lo cierto es que las actividades de lectura se están convirtiendo en un espacio
imprescindible para la difusión de la Literatura Argentina contemporánea y hay gente que está haciendo de esto, una militancia.

Saludo esa militancia porque esta misma gente es la gente que está dando espacios, abriendo el juego y poniendo toda su voluntad y sus armas críticas para hacer que la postura tan asumida de que la Literatura argentina no tiene nada para ofrecer, caiga en desuso por esnob y estúpida.
Recuerdo que hace unos meses, revisaba los anaqueles de libros de un tío y en eso aparece una persona que no voy a mencionar porque no quiero problemas familiares y me mira y me dice: "¿Qué estás viendo?" y le respondí que estaba viendo qué libros de literatura argentina tenía la biblioteca de mi tío y este familiar me respondió: "Nah, no vale la pena. Tenés que leer a los europeos."
No le respondí porque es un señor grande y entiende tanto de Literatura argentina como yo de Odontología que es su profesión.

Y hablo de esta posición reactiva a la literatura argentina post-ochentas (pareciera ser que con la desilusión de la Primavera alfonsinista también se vino abajo la ilusión de esa cultura pujante post-dictadura y en la volteada cayó la Literatura, privilegiada por la desaparición de la industria Editorial local) con experiencia de causa, porque he sido uno de ellos hasta que en la cursada de Teoría Literaria III, otro escritor argentino, Miguel Vitagliano, incluyó el libro Rabia de Sergio Bizzio.
Mis compañeros de cursada me dijeron que ni locos leerían ese libro de mierda y yo les dije que me gustaba leer literatura bien posmo, cuanto más posmo mejor, que disfrutaba en lo berreta, en lo kistch, en lo camp, y en no sé cuántas otras pelotudeces más.

Lo importante es que leyéndolo a Bizzio descubrí que esa literatura era algo fresco, algo interesante y que además, me llenaba de placer. Lo único que busco en la Literatura.

Después cursé un seminario enteramente dedicado a la literatura argentina contemporánea y yo que fuí buscando nombres nuevos, no los encontré ahí. Lo que encontré fue pasión ahora sí, irrefrenable.

Hay países que sustentan políticas editoriales muy serias y en los que la industria del libro es absolutamente independiente, llena de posibilidades y de libros como el de la tapa que ilustra este post.

Ese libro lo donaron a la Biblioteca donde trabajo y como ahí no servía me lo traje a casa (su otro destino iba a ser ser vendido como papel por el mozo del bar del lugar) para poder escribir sobre él.
No sobre ese libro en particular que es una guía detallada de todas las editoriales yanquis, con nombres de los editores, los contactos, direcciones, teléfonos y área de interés de cada una sino también un compendio de reglas útiles para que el Do It Yourself del escritor amateur pueda funcionar.

Cómo escribir una carta de presentación de un libro para un editor, cómo hacer para pulir el texto, cómo hacer para que uno pueda convertirse en un escritor profesional.
Todo lo que acá se hace a pulmón y en medio de egos alterados, allá es algo absolutamente comercializado con reglas del juego muy claras.

Horror que los fundamentalistas de Puán (las ratas de Puán) detestan, prefiriendo ellos su jerga afrancesada que da identidad. Pule y da brillo.

Por eso me declaro letroso: enfermo de una enfermedad no-contagiosa cuyos síntomas son vivir por y para los libros y que, a pesar de ser puanero, me distingo de las ratas de Puán.
Pretendo escribir y pretendo publicar mis libros. ¿Es mucho pedir? ¿Es demasiado decir que quiero trabajar de esto?
Las ratas de Puán están chillando, ya lo sé.

Eso es lo que propone este ciclo: derribar las barreras, diluir el misticismo romántico profesado por los adoradores de la Institución Escritor.

Los escritores que leyeron el jueves pasado son gente que cuando termina de leer se va a la esquina a comerse un pedazo de pizza.
Los escritores que leyeron el jueves pasado son laburantes, gente sencilla. Esa es la idea.

La conjunción escritor-lector cobra vida y así pude corrobar lo que me habían comentado respecto del libro de cuentos que prepara Mariana Enríquez.

Y yo que la tenía mistificada como una de las mejores narradoras de la literatura argentina actual, lo pude comprobar (el cuento que leyó fue increíble) y al mismo tiempo ver que es de carne y hueso, que bien pudo sentarse a conversar y contarme de sus proyectos.

Lo mismo puedo decir de Ariel Bermani, que este domingo lee y con quién estuve comentando los avatares de una primer novela (como la que yo tengo lista y la que él publicó por Interzona el año pasado).

Entonces, en las batallas contra Titanes que a los porteños se nos dan tan cómodas (cómo obviar la perenne Batalla por el Metal) el domingo volverán a reunirse aquellos que soñamos con una literatura argentina amplia, de calidad y exportable, porque lo que es ser Licenciado en Letras nada más, si no le ponemos un poco de onda, nos va a matar de hambre.

Y para reseñar libros de Kawabata traducidos del inglés (ya no del japonés) en revistas literarias de consumo masivo, se me hace como una opción un tanto deprimente. Por eso prefiero seguir apostando a esto y mientras termino de leer Los estantes vacíos de Molina (del cuál haré una reseña crítica en breve) apuesto también a esto:

NUEVA LITERATURA ARGENTINA
NARRADORES DEL SIGLO XXI
La anterior fue un éxito. ¡Se viene la segunda!
Leen:
ARIEL BERMANI
FERNANDA GARCÍA LAO
SAMANTA SCHWEBLIN
Y un bonus track glorioso:
fragmentos de Subte,
la novela póstuma de RAFAEL PINEDO
en la voz de ALEJANDRA PROCUPET
Idea y coordinación:
Elsa Drucaroff
Un espacio para escuchar buena y nueva literatura, conseguirla a buen precio, tomar buenos tragos y hasta picar algo. ¡Los esperamos!
Domingo 29 de abril, 20 hs.
Club Mantis - Pringles 753

20 de abril de 2007

Apuntes sobre pornografía II: ¿Por qué Baise-Moi?

Siendo como declaré la vez pasada un absoluto ignorante en lo que refiere al Cine, pensaba en explicar mi predilección por esa mítica película que mencioné en mi post anterior: Baise-Moi.


¿Por qué elegir esa película y no otra? ¿Por qué mantenerla como “una de las películas que más me enorgullecen haber visto en el BAFICI"?

Mi historia con esta película surgió por el año 2000 o 2001, realmente no recuerdo.
Me enteré de ella porque había sido censurada en Francia y parecía que iba a sufrir el mismo destino en otros paises.
En realidad, el tema de la censura es algo relativo. Lo que pasó fue que le pusieron una calificación de Sólo apta para mayores de 18 años y la condenaron a ser exhibida únicamente en cines porno.
Como se ve, en Francia el tema de la restricción de edad para las películas es algo bastante más complejo que acá.

Los productores y distribuidores de la película se quejaban de que condenando la película a la categoría porno, iban a perder miles de espectadores.

La discusión era bastante estúpida en verdad: es evidente que la película es pornográfica.
Primerísimos planos de acción sexual, muestra de genitales masuclinos y femeninos, blow-jobs y todo tipo de escenas de cualquier película porno que se precie de sí confirman que la película, indudablemente, es pornográfica.

Ahora, ¿por qué tanto escándalo por una película porno como cualquier otra del mercado?
Además de sexo puro y duro, la película tiene un par de detalles que la convierten en un producto incómodo.

El argumento: Dos mujeres emprenden un camino de venganza por una violación que incluye un raíd de sexo con cuanto hombre se cruza por su camino.
Finalmente, acabado el acto, proceden a descerrajarle uno o varios tiros en la cabeza o en otras partes igualmente mortales del cuerpo al tipo que acaban de cojerse. Es decir, convierten la petit mort en una real mort.

El catálogo del BAFICI describía la película con dos palabras que, sumadas a la polémica que la película venía trayendo y que yo como fiel lector de Clarín Espectáculos ya me había enterado, hicieron presión en los puntos más sensibles de mis preferencias estéticas: “Ultraviolenta y nihilista” decía el comentario.
Me acuerdo que para poder llegar a verla salimos corriendo de una sala con el Bolchevique y nos metimos en el primer bondi que vimos que iba por Corrientes. Nos bajamos en el Cine Cosmos, corrimos las escaleras y sacamos dos de las últimas entradas. Creo que ni siquiera teníamos 18 años en ese momento pero en el caos baficiero del momento logramos colarnos igual.
Terminamos cerca de las primeras filas por lo que la experiencia porno se vio ampliamente amplificada.

A los pocos minutos de metraje las inevitables partidas de gente disgustada con el espectáculo. Para el final de la proyección éramos pocos los que quedábamos en la sala.

Pienso en por qué una película pornográfica más puede llegar a causar tantas sensaciones entrecruzadas y lo pienso en particular a partir de toda la discusión que se produjo en este blog cuando hice mi post sobre Belladona y el doble anal.
En especial pienso en las cosas que dijo Darío).

El título de la película: Baise-Moi. En inglés la película fue conocida como Rape Me (Violame, como el canto nihilista y ensordecedor de Kurt Cobain y Nirvana en su disco In Utero) y también Fuck Me (Cogeme, aclaración bastante obvia).

Cogeme/Violame/Matame/Filamame: Hay una novela de Boris Vian que firmó bajo el seudónimo de Vernon Sullivan. La misma se llama Escupiré sobre vuestras tumbas y además de tener uno de los mejores títulos de novela que haya leído (pensaba que un gran título para un blog podría ser Aromas Vaginales, pero esa ya es otra discusión) es una de las novelas negras más potentes que haya leído (y leí unas cuantas).
En el libro de Vian un joven negro con apariencia de blanco emprende una secreta venganza por la humillación que a su hermano negro sometieron unos blancos aristócratas del Sur yanqui.
Su plan es bastante sencillo: seducir a las hijas aristócratas de los aristócratas supremacistas raciales sureños, cogérselas, generar celos y traiciones entre ellas y por último asesinarlas brutalmente con aplastamientos de cráneos y saltadas de sesos incluidas.

En algún punto, Baise-Moi y Esucpiré… se tocan y son el mismo argumento. La estructura es exactamente igual: un ser humillado busca vengarse de su humillación. Para eso primero mantiene relaciones sexuales con determinada gente y luego del acto se dispone a asesinarlos y consumar una venganza doble: la traición de que te asesine aquella persona que te acabás de coger.
Es decir, consuman una violación que no es violación pero es violación. Es lo que decía en esa discusión: podés hacer el amor con tu pareja tranquilamente y apenas acabás enterarte que ella/él te engañó con tu mejor amigo hace 2 horas o un día o lo que sea. En ese momento el acto que antes fue voluntario se vuelve involuntario: se ejerce una violación retrospectiva. Es violación porque el acto deja de tener un carácter de relación consentida, pero no es violación porque en ese momento nadie te obligó a ejercer el acto, lo hiciste por propia voluntad.

Baise-Moi y la novela de Vian operan exactamente en ese sentido. Pero la película, al ser explícita y encarnar en actores que no dejan de ser gente real, de carne y hueso, lleva la idea a consecuencias más detestables: ¿el porno es una forma de violación?
La directora y protagonista de la película es una actriz porno reconocida en Francia. Ha hecho de esta industria su medio de vida. Bien podría dedicarse a producir o dirigir pornografía convencional, pero en cambio hizo una película polémica.
Una película que revierte la situación normal de la pronografía, al menos imaginariamente, al menos en la ficción narrativa. Resolución ficticia de problemas de la vida real.
En la película los violados son todos los hombres que se acuestan con estas mujeres. Y son violados en venganza por la violación original que trata de vengarse.

Es interesantísima la propuesta de Baise-Moi para pensar, al menos, en el por qué de las reacciones tan iracundas ante una película. Sexo y violencia hay en millones de películas. De hecho, hay producciones mucho más violentas o muchísimo más explícitas que esta película.
El problema pareciera ser la mezcla de ambas. Claro, no entra cómoda en el género porno porque tiene un guión elaborado y una violencia excesiva.
Tendría que ir a los Cines comerciales porque no se plantea únicamente como mero instrumento en pos de que sus espectadores se estimulen sexualmente. Se plantea como Cine Arte: una puesta en escena de la trampa de la pornografía.

Baise-Moi bien podría considerarse un ejercicio de deconstrucción de la pornografía.
Tomando un elemento marginal de la producción porno (la idea de violación), la película opera sobre la oposición jerárquica Sexo consentido disfrutado por el hombre - Sexo no consentido sufrido por la mujer y la derriba poniéndolas en plano de igualdad.
El Sexo consentido que se supone es lo que implica una producción pornográfica en tanto las actrices consentirían prestarse a las escenas a cambio de un pago no deja espacio para la idea de un Sexo no consentido que sería el posible arrepentimiento (como planteaba Darío) de esa actriz ante la repetición infinita de las imágenes de su cuerpo.
Claro que todo se maneja en el plano de la ficción cinematográfica, pero también hay un desplazamiento del sujeto de la violación que en este caso pasan a ser los hombres, presuntos beneficiados de ese sexo consentido.
¿En todo caso, un actor porno no podría sentirse igual de violado ante la repetición infinita de su cuerpo teniendo relaciones sexuales? ¿Acaso no podría arrepentirse de haber filmado esa película? Estas preguntas me parece, exceden la pornografía misma y se meten ya con la reproducción multimedia general. Uno siempre puede arrepentirse de lo que ha hecho y desear ya no formar parte de eso o que no se sigan retrasmitiendo sus acciones pasadas. Lo único que diferencia una película porno de una convencional es el grado de intimidad en la que son mostrados los cuerpos. Pero el cuerpo comprometido es el mismo. El trabajo implica exposición del cuerpo, pero el cine implica una retrasmisión perpetua, una plusvalía creciente e infinita. Eso es todo. Y es violación sólo porque hay un acto sexual de por medio.
La pregunta sería: ¿acaso no es la relación sexual consentida una especie marginal dentro de la relación sexual no consentida?
Baise-Moi juega con el género, descubre su costado menos glamoroso y lo hace desde una ficción cinematográfica.

No deja de funcionar en ese espacio, un espacio no-real, un espacio de ficción y artificio. Pero no deja de ser una muy interesante propuesta para pensar el género.
Y además… como diría un amigo: si tiene tiros y tetas, estamos felices.

13 de abril de 2007

BAFICIando

Exceptuando su primera edición, estuve en todas las instalaciones del BAFICI.
Es decir, hace 8 años que vengo viendo películas en el festival.
Algunas geniales. Algunas simplemente ridículas. Muchísimas olvidables.

Pero hay ciertas características que se repiten en el festival, año a año.

Las colas enormes para sacar entradas, el conformarse con ver películas que uno no quería ver pero que son lo único que se termina consiguiendo, los catálogos inabarcables, los directores que uno no conoce ni conocerá en su vida y la soberbia de miles de estudiantes de cine o aficionados que se sienten con derecho a desplegar sus conocimientos sobre cine Oriental con la sensación de absoluto triunfo sobre nuestra ignorancia premeditada.

He dicho muchas veces que mi única profesión de Fe es la Literatura. El resto de mis pasatiempos son pasiones seculares.
Para la Literatura todo, para el cine un poco de amor burgués y para el resto (la música, el teatro, las artes plásticas) algo de atención. Conformarían una especie de meseta en mis inquietudes, soslayadas por mi pasión ineludible por la Literatura.

Entonces, no me quejo de ver el peor cine comercial y al mismo tiempo disfrutar de algunas películas del BAFICI. No me quejo de no entender de estéticas, ni planos, ni secuencias ni de vidas y obras de directores de apellidos impronunciables.
Simplemente disfruto de ver cine y eso es todo.

No soy como Darío y su propuesta de un cine imposible de tolerar. Yo voy a lo directo, a lo duro, a la sensación, al placer.

Entonces en el BAFICI me guío más que nada por el título de las películas y por el breve resumen que encuentro de ellas y por lo que luego consigo en la boletería.
Y esto me da resultados dispares, obviamente.

En estos años he visto cosas increíbles o que me han gustado muchísimo (en este momento solo recuerdo: Baise-Moi, Spider, Tape, Palindromes, The aristocrats, Me and you and everyone we know, etc. y serán mediocres mis gustos cinéfilos que todas coinciden en tener un puntaje de entre 6 y 7 según IMDB) y tantas otras que he borrado de mi recuerdo (como Trouble Every Day o Bully que me habían ilusionado muchísimo y me parecieron una porquería o infinidad de películas coreanas ignotas que terminé viendo por falta de otra opción).

Y también está el rasgo distintivo del BAFICI de que o te encontrás con gente que en ningún otro momento del año te encontrás o conocés gente extraña.

En la edición del 2003, durante la semana que dan para sacar entradas anticipadas, conocí a una mina bastante rara que se llamaba Nisie, era canadiense nacida en Holanda, vivía en Buenos Aires y era tan porteña como el Tango.
Sacamos entradas para un par de películas, hablamos una vez acerca de las ansias de suicidarnos y de cómo la vida era una mierda y después de eso nos vimos una vez más (según recuerdo) en alguna función de cine y nunca más supe nada de su existencia. Ni tampoco me interesó ni me interesa.


El año pasado me encontré con Alejo, un viejo conocido del CBC con el que habíamos querido armar un festival cultural en Puán.
Habíamos armado una agrupación fantasma con el original nombre de No somos nada en la que militábamos él y yo.
Todo quedó en la nada cuando el rector rechazó nuestra propuesta aduciendo que ya no prestaban el espacio de la puanera para fiestas. A la semana empezaron las fiestas de los partidos políticos de izquierda y nos sentimos levemente estafados.

Alejo me reconoció, yo lo reconocí, pasamos un rato hablando de los viejos tiempos y nos metimos a ver una horrible película brasileña de la cual no recuerdo ni el nombre.
El otro día, lo vi haciendo la misma cola que yo para ir a ver Nightmare Detective pero no llegué a saludarlo.
El mismo día en que conocí a Mariano (como el mismo lo documentó).

Siempre hay algún conocido dando vueltas por ahí porque el festival es el escenario ideal para el despliegue de toda posibilidad de sentirse uno, un poco más snob con fundamento.
Es decir, vas, te ves un par de películas, corrés de una sala a la otra, comés un pancho en la cola de otra película, estás justo en la sala y en la función en la que a un tipo le agarra un ataque al corazón viendo la mencionada Palindromes de Todd Solondz (otra experiencia inolvidable que me regaló el BAFICI) y cuando termina el festival, ya tuviste tu cuota de bohemia como para llenar el cartoncito de fichaje y quedarte tranquilo.

El BAFICI es para los que estudiamos Humanidades lo que la Feria del Libro es a las masas que leen, con suerte, de 1 a 2 libros en un año.
El BAFICI es el espacio para mostrarse. Es la vidriera en la que todos queremos ser vistos, reconocidos por conocidos y por caras conocidas con las que nunca intercambiamos palabra alguna.
Es marca de identidad y es espacio para ganarse la pertenencia a ese pertrecho mundo snob y cool que cualquier puancito que se precie de sí, querrá tener. Al menos en algún sentido. Aunque cueste pasar horas viendo películas horribles. O implique ver películas interesantes (que son las que seguramente se vayan a estrenar comercialmente).

Pero este Festival me parece, ha marcado la emergencia de todo un público nuevo que lo entiende como atracción turística y nada más.

El chiste del gato con pipa que tanto ha dado que hablar tiene un punto: si esto no es para vos, no es para vos.
Una función en la que tres personas que te rodean sacan sus celulares en medio de la proyección y se ponen a mandarse SMS en perjuicio de los espectadores que vemos como una luz incandescente se interpone en nuestro espectáculo, otros que se ponen a bostezar, a quejarse, a mirar el reloj y todo esto en una película con atribuciones comerciales que la hacen de lo más entretenido que se pueda ver en el festival (la mencionada Nightmare Detective) indican claramente que hay una necesidad de legitimación cultural de mucha gente que trasciende a los puancitos y estudiantes de cine de hacer de este Festival una especie de Feria del Libro pero de Cine y que se encuentra en el Festival sin saber bien el motivo.

Y en definitiva lo que nos queda, lo que me queda de cada BAFICI, es lo siguiente:

- La sensación de que las mejores películas te quedaste sin verlas porque las entradas estaban agotadas aún antes que se pusieran a la venta.

- La sensación de que viste un montón de películas de las cuales, con suerte, te gustó la tercera parte.

- El encuentro con un montón de gente que no te vas a volver a encontrar hasta dentro del próximo BAFICI.

- La incógnita de cómo lo hacen mezclada de incredulidad al leer a los críticos que recomiendan antes que se exhiban las películas que "hay que ver".

- La certeza de que la película de la Competencia Oficial que viste y que te encantó va a salir última a la hora de las premiaciones.

- Las tensas entrevistas con directores (luego de la proyección de sus películas) a los que el público le hace preguntas demasiado estúpidas o demasiado eruditas, pero que en definitiva, no interesan en absoluto.

- La paz espiritual de haberte sumergido en esa bohemia snob que tanto te gusta.

- El amargo sabor a derrota al pensar en toda esa gente que no tiene nada que hacer de su vida o le importan un carajo sus obligaciones y pasan todos los días que dura el festival viendo todas las películas que la superposición de horarios les permitan.

Por último, lo que queda es la ilusión del próximo Festival y la añoranza con que, durante el resto del año, pensamos en el que pasó y esperamos el que vendrá.

Nota: La imagen que ilustra este post es un fotograma de la película Baise-Moi, acaso la película que más me enorgullece haber visto en algún BAFICI.

11 de abril de 2007

Propuesta

Me llegó la siguiente información por la cual bien vale la pena romper mi regla de un post por semana para poder anunciarla.

NUEVA LITERATURA ARGENTINA
NARRADORES EN EL SIGLO XXI

Con motivo de la llegada del escritor argentino-hispano Andrés Neuman a Buenos Aires, para presentar su libro de cuentos Alumbramiento.
Leen:

*SELVA ALMADA

*CARLOS GAMERRO

*MARIANA ENRÍQUEZ

*ANDRÉS NEUMAN


Idea y coordinación:
ELSA DRUCAROFF
Auspicia editorial Páginas de Espuma
Un espacio para escuchar buena y nueva literatura, conseguirla a buen precio y tomar buenos tragos. ¡Los esperamos!
Jueves 19 de abril, 20 hs.
Estados Unidos 308. Buenos Aires.

6 de abril de 2007

Cuando se apaga la luz, se enciende Fleshlight



Nota: debo este post a dos vertientes.
Primero a mis amigos del grupo del foro Nihil (momentáneamente desactivado hasta que encuentre una solución con el servidor) por haberme comentado por primera vez la existencia del Fleshlight y en segundo término a mi Crazy Bitch que me sugirió el título, que creo yo, no podía ser más apropiado ni ajustado.

El instrumento es de una simplicidad asombrosa. Podría decirse que es el nuevo hito de la razón instrumental puesta al servicio del onanismo.
Una linterna (tiene forma de linterna, eso lo puede ver cualquiera) que en vez de lamparita dispone de un dispositivo más interesante…

Utilizando un material que no es látex o similar sino que es “una imitación perfecta de la piel humana”, el lugar donde en una linterna deberíamos tener la salida de luz está ocupado por una forma moldeada a gusto del consumidor.
Decir “una forma” no deja de ser un eufemismo.
Lo que en verdad tenemos es un “orificio”, un “agujero” por donde se puede introducir el pene y sacudírsela un buen rato hasta acabar.

Todo esto en el marco de esta piel sintética con forma de boca, vagina, ano o “ranura neutra” (para los tímidos hombres de negocios que no quieren ir con una vagina portatil por la vida).
La idea es simplemente brillante. El cuerpo humano, el compañero sexual reducido a su funcionalidad primaria, salvaje: un agujero por donde meterla.
Y además es portatil. Lo podés llevar de aquí para allá.
La solución para tantos solitarios.
No hace falta mucho: apagar la luz, dejarte llevar por la imaginación y meterla en el agujero. Casi tan placentero como uno real. La piel sintética hace el resto.

Pero esto no es todo.
Podés fabricar tu propio Fleshlight.
En un intento que pone el instrumento al borde la intervención artística (realmente me pregunto si no lo es en verdad, si de verdad pretende ser un producto comercializable con toda la estética kistch que conforma la página de promoción del producto, con los testimonios de los solitarios que han visto su vida mejorada sustancialmente por poseer una “Linterna de Carne” en su poder y por ese mismo nombre tan absurdo, descarnado, inteligente y mordaz) la página de promoción del producto propone: “Construya su propio Fleshlight” y da unas instrucciones paso a paso sobre cómo customizar el artefacto dependiendo de la orientación sexual de cada individuo.
Así, dependiendo de qué tipo de experiencia quiera uno tener puede elegir distintas texturas interiores para el Fleshlight.
Texturas más rugosas, texturas lisas, texturas super tight para hacer una buena imitación de un sexo anal duro, en fin, todo un catálogo de variedades.

Hay un cuento de Felisberto Hernández que se llama “Menos Julia” (está en Nadie encendía las lámparas y es, para mí, uno de los mejores cuentos de un libro de cuentos excepcional).
El relato en cuestión da cuenta de un individuo que tiene una casa en las afueras de la ciudad e invita a un viejo conocido a pasar un fin de semana en ella.
Al llegar a la casa, el protagonista (es decir, el amigo del que tiene la casa) se ve inmerso en uno de esos espacios de extrañamiento de los que dispone Hernández.
La relación de ambigüedad sexual con un grupo de muchachas que viven en la casa del anfitrión y ciertos acontecimientos menores van configurando las puntas, los hilos de una trama que permanece invisible.
El punto culminante de esa tensión sexual que se va construyendo (y que yo creo que es una tensión sexual de la iniciación que se manifiesta en el resto del libro) se presenta cuando el anfitrión le dice al protagonista que tiene un túnel subterráneo bajo la casa en el cual le gusta entrar con sus “amigas” para jugar un juego bastante intrigante.
El juego consiste en que las luces del túnel estarán apagadas y en fila, irán pasando uno a uno de los participantes. En unos estantes que se ubican a los costados habrán distintos objetos que los participantes deberán tocar, inspeccionar, investigar y tratar de reconocer en la oscuridad absoluta.
Cuando lo leí noté una evidente connotación del acto sexual: entrar a un túnel oscuro y tocar elementos, reconocer texturas, saborear la oscuridad. Entrar a un lugar siempre nuevo (los objetos en su interior van cambiando) aunque resulte familiar.

Y tenemos el Fleshlight entonces. Acaso la misma idea. Tener un túnel portátil, un agujero portátil, una concha portátil, un culo portátil, una ranura portátil.
Lo que importa es meterla.

Siempre poderemos estimular la imaginación pensando en la actriz de la demostración gratuita que hostea el sitio pasándose el tubo por sus partes y gimiendo (un poquito).
Siempre tendremos la posibilidad de pensar en la Señorita en trajecito hablando maravillas de la máquina de carne artificial mientras abre los falsos labios vaginales de la Fleshlight como si fuera una ginecóloga descuidada y le arroja lubricante al orificio.

Está tan bien hecho que hasta un clítoris sintético incluye el aparato.
Yo se lo recomendaría a Alessandra Rampolla por ejemplo, para que ya de una vez deje de revolear ese horrible almohadón didáctico que usa.
Y no, no le pediría que le ponga un nombre a la vulva de mi Fleshlight.
Pero estábamos en otra cosa.
Estábamos en que lo importante es meterla. Cueste lo que cueste.
Eso sí, no importa dónde…después de todo, pussy is pussy.

1 de abril de 2007

El número 3 (30 y 300)


Estoy rompiendo una regla que hace tan sólo dos semanas me había autoimpuesto: un post por semana.
Admiro y envidio a los que lo pueden hacer todos los días. Yo soy más humilde en mis pretensiones.
Además, si escribiendo una vez por semana tengo que bancarme que algún pelotudo me venga con el libro de texto del EGB diciéndome que escribo mal, no me quiero imaginar lo que sería mi vida blogger con una mayor frecuencia de publicación.

Pensé en escribir por un simple motivo de autopropaganda: salió El interpetador número 30 y como en el número anterior, participo con una reseña-crítica de un libro de literatura argenta contemporánea de esos que probablemente nadie quiera leer.
Excepto yo y mi militancia por la literatura argentina contemporánea. Y quizás (ojalá) algún otro caído del cielo.

Pero me pareció que decir: "¡Chicos, chicos, lean mi articulo!" era bastante pobre.
Por lo que se los digo:
"¡Chicos, chicos, lean mi articulo!" y además quisiera agregar algunas palabras para hacer de este, un post medianamente digno.

Ayer a la noche nos tocó 300. Nos, digo, porque fue a ella y a mí.

En realidad pasé la semana pasada luchando para ganar un estúpido concurso de Mundofox.com para poder ganar una función priva
da junto con otras 300 personas. Pero hubo una complicación con jugadores que hicieron trampa declarada y quedamos segundos.

Ya lo dije alguna vez, el crimen paga.

Entonces ella me dijo que me dejara de romper las pelotas y que pagar 10 mangos de entrada para ver una película no era la muerte de nadie.
Más teniendo en cuenta que desde que vi el trailer de la adaptación de la novela gráfica de mi querido Frank Miller, no pasé un día sin que se me cayera la baba de pensar en la película.

Es que Frank Miller es para mí, uno de esos placeres grasosos como comer una hamburguesa.
Sabés que no es la mejor comida que podés tener, sabés que es popular y un poco kistch y te encanta por todo eso y por el sabor.

Entonces fuimos a ver la mentada película. Y la verdad es que es cierto: me resultó un poco corta, tiene algunos problemas serios de estructura narrativa, no termina de desarrollar con fuerza las situaciones dejándote bordeando el climax pero sin acabar.
Pero no significa que no me haya encantado y que no siga amando a Frank Miller.

La fuerza y la brutalidad de las imágenes (lo que todos queríamos ver) queda en eso y el delineado de la interesantísima ideología y personalidad espartana parecen más una caricatura que otra cosa.

Todo esto, evidentemente, afecta lo que todos los que fuimos a ver una película sobre la batalla de las Termópilas fuimos a ver: la aristeia de los 300 mártires espartanos.

Obviamente no fui a buscar una película que sea fiel a la historia. Pero creo que así como Sin City me pareció excepcional, en esta, la trasposición tan literal del cómic al celuloide se comió muchas posibilidades.

Hay evidentes diferencias entre soportes y escenas que en una novela gráfica pueden tener la duración que el lector quiera darle (detenerse en los detalles que plagan las obras de Miller es una de las posibilidades más interesantes) pasan aquí como elementos más de una batalla extendida.

Igualmente, me encantó todo eso de la estética milleriana en su mayor expansión expresionista y hasta, diría, un poco cyberpunk.
Porque si lo vemos a ese Xerxes afeminado y andrógino con aplicaciones corporales como amo y señor de un mundo decadente y sensual que bien podría ser post-apocalíptico todo cierra un poquito.
Sumemos a los Inmortales persas como monstruos deformes, el minotauro que hace un cameo, la representación de Ephialtes, los viejos deformes del oráculo, el rinoceronte de guerra y ya casi, diría que 300 bien podría no tratar sobre Esparta sino sobre algún poblado post-nuclear y listo: tenemos la distopía cyberpunk que aprendimos a amar. Ok, no hay teconologías de vanguardia ni computadoras... pero ¿quién dijo que eran condiciones absolutamente necesarias del género? En el sentido de construcción de un mundo contrafáctico, 300 se posiciona con comodidad en ese lugar.

A lo sumo, si no quieren aceptar una apuesta tan arriesgada, diría que tenemos un especie de Fantasía-épico-antigua-con toques Cyberpunk: el que haya jugado Warcraft y no vea alguna reminiscencia de los temibles Ogros del Warcraft 2 en ese esperpento que tiene dos cierras en vez de brazos o aquel otro que pelea cuerpo a cuerpo con Leónidas, evidentemente perdió cualquier posibilidad de pensar en la referencialidad.

Después tenemos a los espartanos.
Con esa musculatura pectoral y abdominal trabajadísima y las invocaciones llenas de gritos heroicos (bien de cepa milleriana) de este Leónidas. Por primera y única vez en mi vida me sentí un poco enamorado de un hombre.
Aunque también es cierto que ciertas escenas o gritos de guerra habrían cobrado mucha mayor hondura e intensidad si la película se hubiese tomado su tiempo para desarrollar el drama.

Son muchos los que dicen que Miller trabaja con los mitos de la masculinidad: hombres musculosos, mujeres exhuberantes y fáciles o guerreras. Mujeres frágiles que requieren de tipos duros que las protegan. Y toda la estética noir de todos sus héroes.
Y es cierto y además, está presente en la película y en este Leónidas que enamora como enamoraría Marlowe: tipos recios que se permiten la sensibilidad.
Y eso es lo que se compra de la película. Eso y el sudor y la sangre y el sacrificio y la épica.
Mucha épica.

Hasta los detalles bizarros de criaturas fantásticas y deformadas para representar la corrupción de los hombres-malos (recurso expresionista bastante explotado en la película) le da más presencia épica al asunto.

Jode un poco pensar la película en el contexto político actual y las apelaciones a la libertad que se vuelven fatigosas.
Leí que Irán había presentado quejas por la película por el modo en que se representan a los persas.
En un principio me pareció muy estúpido. Ahora pienso que no tener en consideración que Irán posiblemente sea blanco de un nuevo ataque militar justificado en la "libertad" y las líneas que pueden trazarse con esta pelícua es hacer de la ingenuidad una política activa.

Lo que molesta de la trama es que está todo resuelto de forma tan rápida que no da tiempo de generar empatía.
Me hubiese gustado más tiempo dedicado a explicar las costumbres de Esparta y las relaciones siempre conflictivas con el resto de las Ciudades Estado de la Grecia antigua. Es precisamente en ese momento que la película se convierte en molesta por acrónica: hablar de Grecia como unidad política de Estado Moderno.

Como culto a la hombría, como película sobre héroes, como vuelta de tuerca más que interesante a la épica contemporánea, la película sirve y mucho.
Como entretenimiento también.

Frank Miller lo hizo de nuevo. Y no puedo dejar de admirarlo.

Por más grasa que sea.
Tan grasa como la vaselina que recubre el pecho de los héroes espartanos.