10 de agosto de 2007

La Nación atrasa 53 años

El generalísimo Francisco Franco: fundador del Diario La Nación

Durante décadas el nefasto símbolo de la Comics Code Authority
adornó algún ángulo bien visible de las revistas de cómic yanqui.
El código había sido promovido como parte del esfuerzo de las editoriales para evitar la necesidad de cerrar definitivamente sus puertas ante la presión conservadora que había convencido a las madres amas de casa desesperadas que los cómics no eran literatura sino, más bien basura.

El error de muchos de considerar al cómic y la narrativa gráfica como meros divertimentos, distracción necesariamente apta sólo para niños hizo que las historias escritas para un público adulto, historias truculentas, historias densas o escritas y pensadas para niños con algún rasgo de gore se convirtieran en blanco de las asociaciones integristas y reaccionarias.
Así fue como en especial un médico psiquiatra (para más información recomiendo esta película) hizo de la lucha contra los contenidos de los cómics una especie de cruzada personal.
Finalmente, acorraladas ante la presión pública, las editoriales decidieron instituir un sistema de autocontrol de los contenidos de los cómics. Se creó el Code y así nació un organismo de censura previa (algo absolutamente inédito) que ocupaba a un par de burócratas idiotas (todos los censores son siempre burócratas, idiotas y retrógradas) que con una tijera o un marcador marcaban los contenidos (gráficos y verbales) que consideraban inapropiados para que los niñitos de norteamérica leyeran.

Porque como todos sabemos, y como ellos nos inculcaron, la Televisión, el cine, el rock and roll, los videojuegos y las historietas son portadoras de Satán.
Es obvio: la cultura de masas es diabólica y hay que extirparla porque hace mal; disgrega la comunidad armónica y le llena la cabeza a los negros, a los ignorantes y a la plebe de ideas que no le son de ningún provecho…
Si hasta los bombos peronistas le impedían a Julito Cortázar disfrutar de la exquisita música de Bela Bartok.

Entonces tuvimos durante décadas historias de cómic edulcoradas por la saña de los burócratas idiotas y sus tijeras mágicas y el poder de su sello: Aprobado por la autoridad del Código de Autenticidad.


Batman era tan bueno que parecía homosexual; Superman, bueno, Sueprman siempre fue y será un idiota, pero lo fue mucho más durante esa época; Linterna Verde y sus paparruchadas cósmicas, me imagino, habrá tenido su época de gloria en la lavada imagen de un héroe interplaneatario que recibe su poder de una linterna… verde. La cultura de masas se perdió de algunos de los mejores historietistas y de las mejores historias. Nos perdimos de títulos grandiosos que tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos o desaparecer. No más destripamientos, no más muertes, no más monstruos, no más escenas de sexo.
Claro, son famosos los casos en los que algún censor se equivocó y su impericia de burócrata determinó que algo que tenía que cortarse según el código no se cortara o que un recorte terminara haciendo más erótica una escena o que los recortes fueran excesivos y se encargaran de nimiedades, detalles poco interesantes que no tenían ninguna carga sexual o violenta pero que eran determinantes para seguir la historia que se estaba narrando. Pueden checarlo en esta vieja entrada de la página de Maddox (si se fijan bien hay una tapa de Superboy de las que analiza que tiene el simbolito de la CCA).

Sucedió que los años ´80 en Estados Unidos vinieron un poquito más densos, con la irrupción de grandes historietistas y poco a poco, el código se lo empezaron a pasar por donde es necesario pasarse los códigos de censura.

Así renació el cómic violento y oscuro y tuvimos nuestros años de gloria cínica con Batman en las manos de Frank Miller y Alan Moore; Grant Morrison, Neil Gaiman, todos los maestros, los ejemplos a seguir hoy en día que lograron con arte, con calidad, con fuerza, demostrar que el cómic puede ser Narrativa Gráfica, Novela Gráfica y que como en toda la literatura, como en toda narración, como todo producto cultural, la violencia, el sexo y las tensiones sexuales existen y son parte constitutiva de nuestra vida. No sólo es lógico sino que es inevitable. La manifestación de la cultura no puede escapar a los componentes que constituyen toda la producción del ser humano y el ser humano está condicionado por mil factores, entre los que nuevamente, se encuentran las tensiones, la violencia, el erotismo, etc.

Rorschach, personaje clave en la obra maestra de Alana Moore y parte de la renovación violenta del cómic yanqui que se pasó por las bolas el CCA


Cuestiones que los Neoconservadores ignorantes (podrían empezar por leer a Adorno para ver si no les conviene en definitiva, mantener alegres y ocupadas a las masas para poder dominarlas mejor) no entienden o no quieren entender.
Actualmente, el Código ha dejado de tener vigencia, aunque algunas editoriales como la DC sigue agregando el signo distintivo. Las razones, las desconozco.

Imágenes indudablemente muy violentas correspondientes a Batman nro. 666 de Grant Morrison publicada hace unas dos semanas. El cómic lleva en su portada el símbolo de la CCA. Me pregunto qué mierda regula actualmente el código y cuál es el objeto de que siga apareciendo en las portadas si permite este tipo de situaciones e imágenes.


El domingo 29 de julio de 2007 salió una columna desopilante del abanderado de la causa neocon en la TV argentina, del diario más neocon que hay en nuestro país. Hablo, por supuesto de Pablo Sirvén, editor del suplemento Espectáculos del diario La Nación.
La columna se llama “Un distintivo necesario” y la bajada dice: “Frente a una programación que deja tanto que desear, La Nación llamará la atención sobre los ciclos de calidad” y está ilustrada con un signo. Un signo que dice: “TV que vale la pena” y es, asombrosamente parecido al signo con el que se sellaban los cómics aprobados por el código.


El contenido de la nota tiene párrafos espeluznantes.

Veamos:
“Y del mismo modo seguiremos insistiendo con la mayor severidad posible en la falta de reacción del Comité Federal de Radiodifusión (que falta fieramente a sus deberes de organismo controlador de los excesos televisivos a cambio de que los canales no molesten al matrimonio presidencial), la pasividad suicida de los anunciantes (que pagan carísimas tarifas para publicitar sus marcas en entornos francamente deplorables), el increíble silencio de la Asociación de Telerradiodifusoras Argentinas (que nuclea a los empresarios de la TV y no se siente para nada cuestionada por el clamor público, que pide que se frene tanto derrape) y el doble discurso de la audiencia (que se queja e la calidad de algunos programas, pero que no puede dejar de verlos).”

Luego agrega:

“…al menos desde la edición impresa de La Nación – donde ex profeso no hacemos ese seguimiento diario y aprobatorio de la “cultura reality”- reforzaremos más de lo que ya lo hacemos llevando la atención hacia aquellas iniciativas televisivas que procuren elevar ostensiblemente la calidad de lo que se ve en pantalla.”

En resumen: en la edición impresa del diario (¿porque en la edición digital espantarían a sus internautas hijos de la “Cultura Reality”?) pondrán un resumen de los programas que La Nación considere dignos y le pondrán un sello distintivo como obligación moral de lo que hay que ver.

El símbolo del CCA
El símbolo del nuevo emprendimiento de La Nación

Nótese la similitud en el diseño de ambos símbolos, en especial en el manejo de líneas rectas.


Ahora vayamos por partes:

“Y del mismo modo seguiremos insistiendo con la ma
yor severidad posible en la falta de reacción del Comité Federal de Radiodifusión (que falta fieramente a sus deberes de organismo controlador de los excesos televisivos a cambio de que los canales no molesten al matrimonio presidencial)…”

1)Un claro llamado a que el COMFER censure los contenidos televisivos. Acaso Sirvén llora la pena de ya no tenerlo al Censor Tato que tanto tijeretazo dio como funcionario de la última dictadura militar, decidiendo qué películas y qué escenas el pueblo argentino podía ver.
La censura siempre implica una interrogación sobre la posible respuesta del auditorio y la respuesta a esa pregunta hipotética. ¿Qué va a interpretar la gente de ver las tetas de Nazarena Vélez? Seguro que van a salir todos sexópatas. Puede ser un ejemplo.
La censura se encarga de decidir por el otro y en ese sentido instaura un paternalismo que nadie pide.

Lo gracioso de estos liberales económicos es que tienen miedo de las masas, tienen miedo del pueblo y creen que estimulando las hormonas de los negros, estos van a salir a violar a sus hijitas vírgenes, por lo que su liberalismo termina donde empieza la libertad de cualquier ciudadano de elegir lo que quiere ver en la televisión, los programas con los que quiere masturbarse o las elecciones que desea hacer, dentro de la escasa gama de posibilidades que las condiciones económicas regalan.

Una forma más de mantener atada la voluntad y la consciencia de las masas.
Control económico-Control de los cuerpos-Control de las mentes.
Biopolítica pura.

2) Que yo sepa una aseveración periodística tiene que estar fundamentada con fuentes confiables y pruebas de ser requeridas. Que Sirvén me muestre por qué asegura que el COMFER actúa de forma corrupta cambiando buena voluntad de los canales privados con el matrimonio Kirchner a cambio de evitar poner en funcionamiento los mecanismos procesistas de censura que exige a los gritos.

“… la pasividad suicida de los anunciantes (que pagan carísimas tarifas para publicitar sus marcas en entornos francamente deplorables)…”

La estupidez de esta afirmación no deja de asombrarme; los anunciantes anunciarán en los programas:

a. Más vistos.
b. Que mejor se ajusten a la imagen empresarial que desean transmitir.
c. Al producto de la conjunción de ambas premisas.

Si vivimos una época donde el sexo ha pasado a ser una mercancía de consumo masivo tanto en los estratos ABC1 (con productos especialmente diseñados y pensados para ellos como las revistas Playboy y otras por el estilo) como en los estratos masivos con la venta de sexo popular (toda la gama de revistas softcore que nutren sus páginas de putas con ansias de subir sus tarifas (Premium, Ruta 59, etc.) no veo nada de suicida en que una empresa decida publicitar en las pausas comerciales de un programa con contenido erótico.
La idea de que Cultura Popular es mala es vieja y remanida además de peligrosa y prejuiciosa.
Evidentemente, las empresas se mueven y mueven sus billetes según los mandatos del dinero y no del elitismo intelectual de unos pocos.

“el increíble silencio de la Asociación de Telerradiodifusoras Argentinas (que nuclea a los empresarios de la TV y no se siente para nada cuestionada por el clamor público, que pide que se frene tanto derrape)”

Nuevamente el prejuicio rebasa el objetivismo periodístico para saturar el comentario de las ideas políticas neocon del periodista: ¿qué tiene de increíble el silencio de la Asociación de Telerradiodifusoras Argentinas? Pedir que una asociación de productores de TV se autoimponga la censura es pedir que se genere y se acepte un Authenticity Code para los contenidos en la Argentina, lo que, como ha quedado demostrado, nos devuelve a 1954 cuando hacer explícita la orientación homosexual de un personaje de cómic o poner de relieve una relación adúltera era material censurable.
Por otra parte, ¿a qué clamor público se refiere Sirvén? ¿A las cartas de lectores que publica en su columna filo-franquista (Cartas de lectores) el diario al que pertenece el suplemento que edita?

Puede ser una postura gastada, pero la verdad es que el voto del público se expresa en los programas que mira. Si la gente masivamente opta por productos de escasa calidad, en todo caso será una cuestión que tendrá mil razones sociológicas posibles, ahora, imponer la necesidad de una regulación estatal es otra cosa.

Graciosamente, el diario sostiene y apoya a Macri que ya ha anunciado la terrible decisión de cerrar Ciudad Abierta (y privarnos por ende de las repeticiones del programa de Marina Mariasch ¿Saldrá a la venta en DVD algún día?), lo cual es una imbecilidad mayúscula: el único canal que apuesta a contenidos propios de calidad es cerrado porque no mide en las planillas de rating. Es decir, siguiendo la misma lógica del mercado, Sirvén y su diario apoyan la decisión de cerrar un canal estatal con contenidos culturales a priori interesantes pero piden que Tinelli deje de mostrar tetas y culos porque “hay un clamor público” para que eso suceda. ¿Será el mismo clamor de la gente que se dedica a ver el Canal Encuentro o Ciudad Abierta?
No entiendo cuál es entonces, la lógica editorial del Diario: ¿Apoyar los productos de calidad pero al mismo tiempo, actuar implícitamente (con su silencio y con el apoyo incondicional al proyecto de la derecha macrista en la ciudad) a favor del cierre de un canal estatal con contenidos propios de calidad?
Que un grupo de señoras paquetas de Barrio Norte se quejen porque Nazarena Vélez y Wanda Nara son demasiado grasa como para salir en horario de la cena es problema de esas señoras y en todo caso, me imagino, no representa a los millones de boludos o no que por ejemplo, votan en las nominaciones de Gran Hermano.

“y el doble discurso de la audiencia (que se queja e la calidad de algunos programas, pero que no puede dejar de verlos).”

El mismo problema: ¿Quién dice que la audiencia se queje? Las quejas, los bufidos de los enucos provienen siempre de la estimulación mediática del tema: hablar de lo que se habla (para bien o para mal) siempre es una excelente forma de publicidad y asegura ventas, popularidad, etc. Aprovechan Sirvén y La Nación que el tema de la TV obsesionada con el sexo sean temas que venden y caen en la paradoja de anunciar en sus páginas los propios programas que denostan. Pero inventan un clamor popular contrario a este tipo de productos. ¿Estoy loco o el esquizofréncio es Sirvén?

Se me ocurre pensar en la contradicción de un medio de comunicación que por un lado apostó y fogoneó los tiempos políticos que, desmantelando la escuela pública, cagando de hambre al pueblo y obligando a la miseria a millones de personas, hoy se escandaliza cuando encuentra una generación un tanto lobotomizada que encuentra placer y distracción en el chiste vulgar, el softocre berreta y la masturbación enfermiza.

No estoy diciendo que no disfrute de todo eso (el chiste vulgar, la mastubación, las tetas de alguna modelito, etc.) sino que lo que me parece hace que el público quiera elegir otra opción es el cansancio. ¿Cuánto puede ver uno el mismo viejo y remanído chiste? ¿Cuánto puede reirse con los “accidentes” de vestuario de las bailarinas de Tinelli? ¿Cuántas veces puede uno querer ver en TV las tetas de Nazarena? La clave está en el cansancio y los productos fáciles y baratos cansan con facilidad.
Comerse un Big Mac puede ser un gran placer, pero a menos que tengas el paladar arruinado, comerlo todos los días termina por cansarte.

El Big Mac. Una comida con alta probabilidad de aburrir al paladar

Siempre me pregunto cuánto más podrá sostener Tinelli su programa a base de estos concursos de baile. La respuesta se me figura en este instante: tanto como el público no se canse.Cuando el público se cansó de leer las historias edulcoradas que imponían el código de autenticidad del cómic americano, las editoriales supieron o pudieron echar mano a un par de lápices frescos que le dieron nueva vida al género.

No sé si podremos superar este estado de la cosa o simplemente nos iremos pareciendo cada día más a los espectadores televisivos de la película Idiocracy.
Tampoco me interesa en última instancia: la TV, como cualquier negocio, se regula según dividendos y es cierto que hay materiales deplorables que se consumen. Pero ir contra eso en nombre de una moralidad burguesa me parece mucho más delesnable.
Por último, ¿alguien encuentra casualidad en que Gerardo Sofovich y Moria Casán, valuartes de ese humor estanco y fácil que se ríe de lo escatológico, lo vulgar, el lugar común y que señala al sexo con ojitos pícaros sean “jurados” del concurso televisivo con características similares que organiza la TV al estilo Showmatch?
¿Cuál es la onda? ¿Nos quejamos ahora que esto ha llegado a naturalizarse en la TV pero durante 30 años nos callamos la boca y aplaudimos con los ojos cerrados esta escuela de humor-espectáculo?

Pero no se preocupen, La Nación nos está cuidando.
La pregunta es: ¿Who watches La Nación?

14 comentarios:

Gran Hermano dijo...

Lo único ue tiene de malo ser tán analítico y racional es que uno llega a esperar lo mismo de todo el mundo.
Cuando La Nación "denuncia" los contenidos televisivos y las empresas que con sus publicidades los sostienen, no ignora que son muchos de sus lectores los empresarios que empujan ese mecanismo.
¿Who watches La Nación?
La respuesta es quizás un tanto nebulosa, pero previsiblemente inquietante.

Anónimo dijo...

te olvidaste de los juegos de rol. Los juegos de rol también competen a Satán.

lenguaviperina dijo...

como diría Vicious o Rotten... me aburroooo!

Bolchevique Superstar dijo...

Bueno, qué problema! Es verdad, sería un burdo atraso, aunque sí crea que hay muchas cosas del gobierno que están quedando en la nada aunque no se si por culpa de gran hermano.

Lo que sí, y se lo voy a proponer a este tipo, es que es necesario que censuren cualquier comentario en torno a Lost porque los que no vimos el final aún no tenemos por qué saber cómo termina y Clarín publicó (y por suerte no lo leí) todo el final y matías martin habla del tema (y por suerte no lo escuché) cuando se sabe, hay un acuerdo tácito entre los que miran Lost, de no contarle nada a nadie.
Malditossssss

ajsoifer dijo...

Ahora, cuando escriba un post voy a pensar en dos cosas:
1) Lo que quiero escribir
2) Si será del agrado de Linne ;-)

Además es de Homero Simpson eso de decir: "Me abuuuuuuuurro..."

Saludos a todos chiquis.

Anónimo dijo...

Hola. Hace un tiempo leí en La Nación una nota -no sé si de Sirvén o de una periodista- sobre Ciudad Abierta, con buenas críticas y lamentando-criticando la decisión de sacarlo del aire. Búsquenla, que está. Y no está mal que reclame contra algunos abusos de la Tv (concretamente, el de los corrimientos de horarios sin aviso). Pero de ahí a hacer semejante paparruchada...
Saludos

Nicolás Mavrakis dijo...

Las críticas de este estilo contra La Nación conglomeran todo lo peor del neopopulismo cultural mal entendido.

B. Sarlo es la única que se atreve a no entregarle a la progresía berreta el último timón de las escalas de valores.

(Por otro lado: Bartolomé Mitre está involucrado en el asesinato de su propio hermano homosexual Luis Emilio. A partir de ahí, cualquier juicio "moral" contra La Nación resulta más jugoso).

utyman dijo...

la falacia genealogica, digna de la intelligentsia bloggera. Beatriz Sarlo es un claro exponente de una casta intelectual que desconfía del modus ponens, y profesa el pensamiento como apareaciones insólitas de adjetivos y sustantivos, mal que nos heredó Borges, y que poetiza demasiado. Como intelectual progresista mediático, hasta conviene Alejandro Dolina.

Anónimo dijo...

qué bruto, no? apareaciones. Ahora debo suicidarme.

Anónimo dijo...

Mavrakis: "escala de valores"????

Querés que leamos el catecismo también? Así, no nos desvíamos, viste.

Ya sé, en vez de bailar el bombon asesino en las fiestas vamos a empezar a poner valz y cantos gregorianos, que no es tan obseno y se baila sin que se froten las partes pudendas

La contradicción que marcó el rufian está bien. Considero a Tinelli una mierda, pero la solución no es ponerles El Refugio de la Cultura Quiroga a los pobres (como propone Sirven) así se educan.

Todo ese moralismo autojustificado en una supuesta condición intelectual (tipica de Borges, VOcampo y Beatriz Sarlo; más allá de que el primero haya sido un gran ensayista) es la que terminó justificando cosas como la dictadura del 76, el bombardeo del 55 o los fusilamientos de Leon Suarez, porque era una forma de educar a los bárbaros

Roedor dijo...

¿Qué tiene que ver la moral con la homosexualidad?

La Nación tiene el culo demasiado sucio, desde su fundación misma, como para ponerse en guardián cultural o moral de nadie. Nunca fueron demasiado enfáticos a mediados de los '70's cuando un grupo de uniformados pagados por el establishment cometieron el delito de sedición penado por la Constitución y usurparon el poder.

Ese es uno. Pero como dicen por ahí, basta un contraejemplo para refutar una regla.

Gracias por pasar por mi blog, Rufián.

ajsoifer dijo...

Gracias por tu comentario, pero nunca estuve en tu blog...

Roedor dijo...

Ok, entonces te hackearon feo, con fotito y todo.

Check this:

https://www.blogger.com/comment.g?blogID=369404376969233451&postID=444148160699888023

Anónimo dijo...

Lo más interesante acá no es la contradicción ni las payasadas que se proponen (¿después de todo quien le prestaria atencion a lo que dice La Nacion?) sino el juego perverso de agarrarse a lo mismo que se critica para ver si se entra en el mismo foco de atención. es tipo "estaría bueno aprovechar este boom de alguna forma pero quedaría mal sumarse directamente así que nos oponemos abiertamente asi figuramos tambien".

Es como los programas de otros canales que le dedican una hora diaria a pasar un resumen de "Bailando/patinando por un sueño" criticándolo con tono sarcástico y así logran que la misma gente que miraría a Tinelli los mire a ellos hablando de Tinelli.

Es obvio que la mejor forma de mostrar una oposición a algo como eso es no darle más lugar del que tiene, ignorarlo, no mencionarlo, hacer que no existe. En cambio tenemos un programa malo y un monton de otros programas de tv y algunos otros medios como La nación hablando/discutiendo/criticando a ese programa. El resultado es que los que hablan de Tinelli ocupan más espacio en los medios que el mismo Tinelli volviéndolo casi omnipresente. Ahí entra en juego como el manejo de la información de los medios forma a la opinión popular, si toda esa gente que habla de Tinelli dejara de hacerlo, todos pensaríamos que ya pasó el boom, que ya nadie lo mira (aún si todos lo siguieran mirando y pensando que son los únicos que todavía lo hacen), y al contrario si nadie lo mirase ahora la cantidad de espacio que ocupa en los medios igual nos dejaría convencidos de que somos los únicos que no lo miran.